Me pican las piernas
y seguramente a ti te está picando otra
cosa.
Mis uñas recorren mi pantorrilla:
arriba, abajo.
Corro el peligro de confundir mi piel
con la tuya,
entonces el rencor presiona:
abajo, arriba.
La cama rechina.
Las rodillas se doblan.
Las piernas sangran,
imitan a tus labios.
Tu boca abierta
escupe la comezón que te hizo levantar
tu pelvis:
Arriba, abajo.
Confundo a mi almohada con sus ojos.
La muerdo.
Volvió a ocupar la mitad de cama que te
sobraba
Sólo porque quería ocupar la mitad del
monte de venus
que no te atrevías a escalar con tus
dedos:
Abajo, arriba.
Volvió porque se irá.
Regresó porque volverá al lugar que no
te incluye.
Derecha, izquierda.
La mitad de mi cama rechina a ti.
Mis piernas escuecen
a falta de tu cabeza entre ellas.
Izquierda, derecha.
La sangre llega hasta los tobillos.
Su semen acaricia tus cabellos.
Tu mano me busca.
Los dedos de mis pies descansan
resignados sobre la pared.
Gritas.
Grito.
El otro suspira.
No se da cuenta de que no estás con él
ni arriba ni abajo.
Aunque tus pechos abracen con ternura
a la única cabeza que le funciona.
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