martes, 30 de julio de 2013



Me pican las piernas
y seguramente a ti te está picando otra cosa.

Mis uñas recorren mi pantorrilla:
arriba, abajo.

Corro el peligro de confundir mi piel con la tuya,
entonces el rencor presiona:
abajo, arriba.

La cama rechina.
Las rodillas se doblan.
Las piernas sangran,
imitan a tus labios.



Tu boca abierta
escupe la comezón que te hizo levantar tu pelvis:
Arriba, abajo.

Confundo a mi almohada con sus ojos.
La muerdo.
Volvió a ocupar la mitad de cama que te sobraba
Sólo porque quería ocupar la mitad del monte de venus
que no te atrevías a escalar con tus dedos:
Abajo, arriba.

Volvió porque se irá.
Regresó porque volverá al lugar que no te incluye.

Derecha, izquierda.
La mitad de mi cama rechina a ti.
Mis piernas escuecen
a falta de tu cabeza entre ellas.

Izquierda, derecha.
La sangre llega hasta los tobillos.
Su semen acaricia tus cabellos.
Tu mano me busca.
Los dedos de mis pies descansan resignados sobre la pared.

Gritas.
Grito.
El otro suspira.

No se da cuenta de que no estás con él
ni arriba ni abajo.
Aunque tus pechos abracen con ternura
a la única cabeza que le funciona.
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